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Por qué la comunicación es importante
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Hay comunicación cuando nosotros entendemos lo que alguien nos dice y respondemos, y cuando podemos expresar nuestros pensamientos, nuestras necesidades y nuestros sentimientos de modo que otras personas nos puedan entender. |
Sumario
La soledad de un niño sordo
Un niño sordo puede sentirse como si viviera completamente rodeado de una pared de vidrio. Un niño sordo puede ver a las personas hablar, pero no puede entender lo que dicen.
La gente puede convivir y relacionarse porque han aprendido un idioma que les permite comunicarse. Pero un niño sordo no puede aprender un idioma que no puede oír. Por eso, muchos niños sordos crecen sin poder aprender ni usar un idioma para relacionarse con la gente a su alrededor.
Las personas tienen una gran necesidad de comunicarse y de forjar relaciones con los demás. Cuando un niño no tiene habilidades de comunicación que le permiten relacionarse con otras personas, y las otras personas no saben cómo comunicarse o relacionarse con él, es posible que hasta los seres más queridos del niño lo dejen solo casi siempre. Con el tiempo, el niño se quedará aislado de los demás.
La comunicación sirve para aprender y para pensar
Los niños usan la comunicación para aprender sobre el mundo, para relacionarse con otras personas, para expresarse, para pensar y para desarrollar sus ideas. Sin algún tipo de comunicación, la mente y las capacidades de un niño sordo no podrán desarrollarse plenamente.
Es importante que los niños dominen un idioma lo más posible. Mientras mejor lo dominen, mayor serán sus habilidades para entender su mundo, para pensar, para hacer planes y para forjar relaciones estrechas con las personas a su alrededor.
Para mayor información sobre la relación entre el lenguaje y el desarrollo de los niños, vea el Capítulo 2.
La historia de Anita
Anita nació casi completamente sorda, pero sus padres no se dieron cuenta sino hasta que cumplió 4 años. Ella era una bebé sana y muy activa, así que sus padres no se preocuparon mucho de que Anita no aprendiera a hablar sino hasta que nació su hermanita Laura. Pensaron simplemente que Anita se estaba tardando un poco más en desarrollarse.
Un día, una vecina le preguntó a Eva, la mamá de Anita: —¿Estás segura de que puede oír? —Claro que sí, —dijo Eva y llamó a Anita en voz alta. Anita volteó la
cabeza.
Pero cuando Anita ya tenía 3 años, sólo podía decir algunas palabras. Su hermanita Laura, que tenía 2 años, decía nuevas palabras todos los días. Laura sonreía y se reía más que Anita cuando Eva le hablaba o le cantaba. Así que Eva le hablaba y le cantaba más a Laura. Laura pedía cosas, cantaba canciones sencillas y jugaba felizmente con otros niños. Anita jugaba sola, más que nada porque cuando jugaba con otros niños, casi siempre terminaba peleándose con ellos o llorando.
Un día, en el mercado, Laura le pidió a su mamá un listón para el pelo y Eva le compró uno. Un momento después, Anita recogió otro listón muy calladita y empezó a ponérselo en el pelo. Eva se sintió avergonzada y se lo quitó. Anita se tiró en el suelo y comenzó a patalear y a dar gritos.
Cuando el papá de Anita se enteró de lo que había pasado en el mercado, miró a Anita muy enojado y le dijo: —¿Cuándo vas a aprender a pedir las cosas? Ya tienes 4 años y todavía no sabes hablar. ¿Eres tonta o nada más floja?
Anita miró a su papá. No podía entender lo que le estaba diciendo. Pero sí entendió, por la expresión de su cara, que estaba muy enojado. A Anita le salieron las lágrimas. Al verla llorar, su papá se enterneció y la abrazó.
Cuando la familia se sentó esa tarde para conversar, Eva se acordó de que su vecina le había preguntado si Anita podía oír. Así que decidió hacer una prueba. Se paró detrás de Anita e hizo diferentes sonidos para ver cuáles podía oír. Cuando Eva y el resto de la familia vieron que Anita no respondía a la mayoría de los sonidos, se dieron cuenta de que Anita era sorda. Fue un día muy triste para todos ellos.
Todos estaban preocupados de que Anita no iba a poder desarrollarse como otros niños.
explicar las cosas a alguien que no oye ni habla? Yo quisiera que Anita tuviera una vida normal como su hermana. ¿Pero qué futuro puede tener una niña sorda?
Los padres de Anita hicieron lo que más pudieron para ayudarle. Pero tenían que trabajar en el campo y cuidar a sus otros niños, y no les quedaba tiempo para dedicarse a las necesidades de Anita. Esperaban que algún día ella pudiera tener una vida plena, pero no sabían cómo ayudarle más.
A veces, los niños sordos como Anita se portan mal porque no entienden lo que deberían de hacer. Puesto que Anita no puede oír las palabras claramente, para ella es más difícil aprender el idioma que habla su familia. Por eso, le cuesta entender lo que quieren los demás y para decirles lo que ella quiere.
No se sorprenda si los niños que no oyen bien a veces se sientan aislados u olvidados, que tengan ‘problemas de conducta’ o que se tarden en aprender a relacionarse con los demás. Anita necesita ayuda para aprender un idioma que le permita entender el mundo a su alrededor.
La historia de Omar
Él se volvió sordo después de que aprendió a hablar.
Omar podía oír muy bien cuando nació y de pequeño hablaba mucho. Pero durante un par de años él sufrió de muchas infecciones de los oídos. Su familia no tenía suficiente dinero para comprarle la medicina que necesitaba y, con cada infección, Omar se fue quedando un poco más sordo. Cuando cumplió 4 años, ya no podía entender a sus papás cuando le hablaban por que no oía sus voces claramente. Solo los miraba, confundido, y él hablaba cada vez menos.
El abuelo de Omar tampoco oía bien, pero él había perdido el oído poco a poco cuando ya se hizo viejo. El abuelo dijo a la familia que él generalmente entendía a la gente usando la audición que le quedaba y observando los labios de las personas cuando hablaban.
Pero dijo también que a veces era difícil entender a la gente porque muchas palabras se parecen en los labios. Se preguntó si a Omar le serviría usar audífonos.
El papá de Omar llevó a su hijo a una clínica en la ciudad donde le revisaron la audición a Omar y le dijeron a su papá que pensaban que sí le ayudaría usar audífonos. Así que el papá de Omar le pidió a su primo que le prestara dinero y le compró un par de audífonos a su hijo. La familia practicó con Omar para ayudarle a entender palabras y a hablar correctamente. Como Omar aún es pequeño, sus audífonos van a necesitar muchas piezas nuevas a medida que él —y sus orejas— vayan creciendo.
Algunos de los niños que oyen un poco, como Omar, pueden llegar a hablar y leer los labios de la gente. A Omar le van a servir los audífonos porque él puede oír un poco. También es una ventaja que él haya entendido un idioma antes de volverse sordo.
La historia de Julia
Irene y Pedro se dieron cuenta de que su hija Julia era sorda cuando otros niños de su edad ya hablaban, pero ella no había aprendido ninguna palabra.
Irene decidió que Julia debería tener todas las oportunidades posibles
para que ella aprendiera muchas cosas y tuviera éxito en la vida. A
pesar de sus dudas, sus temores y todas sus preguntas, Irene pensó: “El
hecho de que no puede oír no quiere decir que no podrá aprender a
hacer las cosas".
Irene se acordó que una vez ella conoció a una extranjera que hablaba otro idioma. Aunque ellas no podían hablar entre sí, se habían comunicado usando gestos y ademanes. Les tomó más tiempo y a veces no se entendían bien, pero se divirtieron.
Así que, para comunicarse con Julia, la familia entera inventó gestos, ademanes y ‘señas caseras’, que todos empezaron a usar. Hasta los vecinos comenzaron a aprender a usar las señas caseras de Julia.
Luego Irene le preguntó a una de las maestras del pueblo cuándo iba a poder ir Julia a la escuela. La maestra le contestó que ella no tenía forma de educar a los niños sordos. Le dijo a Irene que había otra escuela que quizás sí le convendría a Julia, pero que estaba muy lejos. Para llegar a pie había que caminar una hora y luego caminar otra hora de regreso. Irene y Pedro se preguntaron a qué edad iba a poder ir Julia sola hasta allá todos los días. Pero todos los niños tienen derecho a educarse. ¿Cómo podrá seguir aprendiendo Julia? Yo pude ir a la escuela sólo porque hubo cambios en mi país que hicieron posible la educación para todos. Ésta es la historia de Julia. Cuando los padres de Julia se dieron cuenta de que ella era sorda, inventaron señas para comunicarse con ella. El deseo de los seres humanos de comunicarse.
El deseo de los seres humanos de comunicarse es muy grande. Cuando los padres aprenden a comunicarse usando ademanes y señas caseras, las niñas como Julia pueden crecer listas y felices.
Educación para los niños discapacitados en Nicaragua
Los Somoza no consideraban que la educación fuera importante para todos. Opinaban que la gente que trabajaba toda la vida en el campo no necesitaba ir a la escuela.
Por lo tanto, la mayoría de la gente en Nicaragua no sabía leer ni escribir. Muchos niños—pobres, niños con discapacidades y, casi todos los niños que vivían en zonas rurales, especialmente los niños sordos—no podían ir a la escuela.
Pero en 1979, el pueblo de Nicaragua derrocó a la dictadura de Somoza y trajo al poder a un nuevo gobierno que apoyaba el derecho de toda la gente a una educación. Ese gobierno dio a todos los niños la posibilidad de educarse, sin olvidar a los niños sordos. Fue entonces que se abrieron nuevas escuelas y los niños sordos asistieron más que nunca.
Cuando todo el mundo se compromete a que todos reciban una educación, los niños sordos pueden tener la oportunidad de aprender, de ir a la escuela y de desarrollar sus capacidades como cualquier otro niño.
La historia de Carmen
Varios meses después de que nací, a muchos niños de mi pueblo les dio una enfermedad grave. Yo también me enfermé y tuve una fiebre muy alta. Mis padres se sintieron muy agradecidos cuando yo me alivié, pero se dieron cuenta de que la enfermedad me había dejado sorda. A medida que fui creciendo, todos nos sentíamos muy frustrados porque nos costaba mucho trabajo comunicarnos. Hasta las ideas o necesidades sencillas eran difíciles de expresar. Mi familia no sabía cómo comunicarse conmigo, ni cómo enseñarme a que yo me comunicara.
Después de la revolución en Nicaragua, se abrió una nueva escuela para niños sordos y mis padres me llevaron allí. Se dieron cuenta de que la escuela iba a ayudarme de formas en que ellos no podían. Los maestros de la escuela nos trataron de enseñar a todos a leer labios y a hablar. Y aunque muchos de nosotros no podíamos aprender a hacer bien esas cosas, al estar juntos, se nos empezó a abrir el mundo.
Muchos de nosotros empezamos a ir a la escuela cuando ya no éramos pequeños. Nos comunicábamos usando las ‘señas caseras’ que usábamos con nuestras familias y que eran todas diferentes. Pero nos enseñamos nuestras señas unos a otros, y juntos inventamos nuevas señas. Para nosotros fue fácil comunicarnos con señas. A medida que usábamos más y más señas, íbamos construyendo un idioma propio. En poco tiempo pudimos comunicarnos muchas cosas sobre nuestras familias y amistades, nuestros planes y sueños, y las cosas que nos sucedían.
Un idioma posibilita el aprendizaje y la vida comunitaria
Carmen y los demás niños sordos de Nicaragua le demostraron al mundo que un idioma de señas es un idioma natural y completo, que se desarrolla en una comunidad. Como con cualquier otro idioma, para usar un idioma de señas hay que tener un grupo de personas con quien usarlo.
A medida que Carmen y los demás niños fueron desarrollando el Idioma de Señas de Nicaragua y sus habilidades para la comunicación, también fueron desarrollando sus habilidades para describir cosas, para solucionar problemas y para expresar sus sentimientos, sus necesidades y sus ideas. El idioma de señas no sólo les sirvió a los niños para comunicarse, sino que también les ayudó a desarrollar su capacidad para pensar.
Los niños de Nicaragua pudieron crear un idioma de señas muy completo. Una de las razones que les permitió lograrlo es que había muchos niños usando ese idioma. Otra razón fue que la gente de Nicaragua decidió dedicar más recursos a la educación. La gente comenzó un movimiento para reformar la educación que creó un sistema escolar sólido para todos los niños—sin excluir a los niños que eran sordos o que no oían bien.
Luchar juntos por los derechos de la gente sorda
Gracias a la lucha del pueblo nicaragüense que hizo posible el acceso a la educación para todos, por primera vez muchos niños sordos pudieron ir a la escuela juntos. En una generación, los niños comenzaron a producir una forma de comunicación nueva y diferente, que se convirtió en el Idioma de Señas de Nicaragua.
A mediados de los años 80, esos niños—que ya eran adultos jóvenes— comenzaron a reunirse y a luchar por los derechos de la gente sorda. Decidieron formar la Asociación Nacional de Sordos de Nicaragua o ANSNIC. Los miembros de ANSNIC ayudaron a crear y a promover el Idioma de Señas de Nicaragua, y publicaron un diccionario y un libro para niños. Colaboraron con el Ministerio de Educación para comenzar a incluir el idioma de señas en las escuelas para sordos y para mejorar los programas de educación para sordos.
Hoy en día, ANSNIC es una organización influyente en Nicaragua que lucha por los derechos de la gente sorda y que también sirve como un centro social importante para sus miembros.