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Capítulo 52: Adaptación social, amor y sexo
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Hoy, en el pueblo de Ajoya, base del Proyecto PROJIMO, los hombres y mujeres con discapacidad van juntos a las fiestas y al cine. A las parejas no les da pena mostrar ni admitir que tienen una relación íntima o amorosa. Algunos de los jóvenes con discapacidad que han llegado a conocerse y a encariñarse en el programa se han casado y ahora tienen hijos.
Todo esto lo acepta la mayoría de la gente del pueblo como algo natural, normal y ‘correcto’.
Pero no siempre ha sido así. Hace pocos años, cuando PROJIMO apenas comenzaba, mucha gente pensaba que una persona con una discapacidad obvia no debería ni podría tener una relación amorosa, casarse, ni tener hijos.
Recuerdo una tarde de primavera de hace unos cuantos años. Un grupo de jóvenes estaba en la plazuela del pueblo escuchando a unos músicos, mientras una viejita los observaba.
Un muchacho, que tenía un pie zambo y usaba bastón, estaba parado junto a una joven en silla de ruedas. Cuando empezó una canción romántica, los dos jóvenes con discapacidad se abrazaron con ternura. Al verlos, la viejita quedó horrorizada. Furiosa, apuntó hacia la pareja y empezó a gritar: —¡Qué sinvergüenzas! ¡No tienen derecho de portarse así! ¡No es debido! ¡Están lisiados!
Cuando PROJIMO empezó, desgraciadamente no sólo la gente del pueblo pensaba que las personas con discapacidad no debían ni podían tener relaciones amorosas ni casarse. Muchos de los jóvenes con discapacidad también creían casi lo mismo. Su vida personal muchas veces los deprimía, confundía o frustraba. La sociedad les decía una cosa, pero su corazón y su cuerpo les decía otra. La mayoría pensaba que nunca serían atractivos. Sin embargo, a lo largo de su adolescencia, sentían cada vez más atracción. Muchos tenían dudas sobre su habilidad sexual. Otros habían descubierto que, de hecho, tenían funciones y sensaciones completamente desarrolladas, pero no tenían ningún modo aceptable de expresarlas.
Entre las personas que visitaron PROJIMO y aconsejaron al equipo, había algunos adultos con discapacidad, que habían aprendido a entender sus sentimientos, habían forjado relaciones amorosas o se habían casado. Viendo esto, poco a poco, los jóvenes con discapacidad de PROJIMO comenzaron a aceptar sus deseos, necesidades e ilusiones. Más importante aún es que empezaron a sentirse menos aislados y se dieron cuenta de que no eran tan diferentes a los demás, como habían creído. Sobre todo, se dieron cuenta de que otras personas sentían atracción hacia ellos. Poco después, comenzaron los noviazgos.
Al principio, a veces las cosas se sobrepasaron un poco. Los sentimientos reprimidos de los jóvenes se desbordaron. A veces se cometieron errores y abusos. Cuando el grupo de jóvenes con discapacidad se dió cuenta de que las reglas que la sociedad les había impuesto eran injustas, su primera reacción fue romperlas sin pensar. Pero después, al tener que enfrentarse a los a veces crueles resultados de su propia prisa, pasión e inexperiencia, descubrieron la necesidad de tomar ciertas precauciones y seguir ciertas guías de conducta establecidas por el grupo. Conocían el dolor lo suficiente para no querer lastimar a nadie más. Y ahora que saben del VIH, se han dado cuenta de que deben tener “sexo más seguro” si es que o cuando tengan sexo.
Poco a poco, los miembros de PROJIMO han descubierto su habilidad para llevar una vida más plena y formar relaciones más profundas de lo que jamás se hubieran imaginado. Además, poco a poco, la comunidad ha empezado a aceptar esto. Por primera vez, ha habido noviazgos abiertos entre personas con discapacidad y sin discapacidad del pueblo. Paso a paso, la gente ha ido adquiriendo un nuevo nivel de entendimiento y aceptación.
LAS NECESIDADES PERSONALES Y SEXUALES DE LOS JOVENES
Todo niño, con discapacidad o no, necesita comida, protección y cariño. Un niño que constantemente recibe afecto, respeto y comprensión, tiene más posibilidades de llegar a ser un adulto cariñoso, respetuoso y comprensivo.
Todo niño necesita que lo toquen, abracen y acaricien. A los niños pequeños les gusta explorar y tocarse diferentes partes del cuerpo, y así aprenden a conocerse a sí mismos. Si la discapacidad física de un niño le dificulta tocarse y examinarse, es muy probable que necesite que lo carguen, abracen y acaricien más que a otros.
Casi todas las sociedades tienen reglas y prohibiciones que tratan de limitar y de dirigir el comportamiento sexual. En casi todas ellas, los jóvenes (y adultos) encuentran formas de quebrar esas reglas, por lo general a escondidas. Quizás la mejor respuesta a la educación sexual sea encontrar la forma en que los jóvenes con discapacidad se reúnan con confianza y sin supervisión con otros jóvenes para que éstos les cuenten sus experiencias y ‘secretos’.
Pero también es importante educar los niños con discapacidad sobre el abuso sexual. Los adultos pueden tomar ventaja de su poder y la confianza que tienen con los niños para establecer relaciones sexuales con ellos, especialmente con los niños con discapacidad. Hay que explicarles a los niños que estos tipos de secretos no están bien y que deben contarle a otros lo que sucede. Vea Ayudar a los niños ciegos o Ayudar a los niños sordos, para obtener ideas sobre cómo prevenir el abuso sexual y cómo hablar con los niños sobre este tema tan difícil.