Hesperian Health Guides

Financiamiento

En este capítulo:

El mito de la autosuficiencia

La meta de muchos programas comunitarios es llegar a ser autosuficientes. Hasta que un programa no deje de depender de la ayuda económica de fuera, la comunidad y los participantes del mismo no podrán sentir por completo que: “Este programa es nuestro. Nosotros lo dirigimos y lo controlamos. Nosotros mismos tomamos las decisiones principales.”

En realidad, es muy difícil que los programas de salud, y en particular los programas de rehabilitación, lleguen a alcanzar la autosuficiencia económica. Esto es aun mas cierto si el fin del programa es servir sobre todo a los pobres, quienes tienen las mayores necesidades. Los pobres apenas ganan lo suficiente para alimentar y vestir a sus hijos. El gasto adicional de un niño con discapacidad puede convertirse en una carga demasiado pesada para una familia necesitada, aun cuando los costos sean bajos.

Para un programa comunitario, el mayor obstáculo a la autosuficiencia es la pobreza.


En un país donde la injusticia social es la causa de una extensa pobreza, no es justo esperar que la gente muy pobre pague más que una pequeña parte del costo de los servicios y del equipo de rehabilitación. Ni tampoco es justo que le pidamos a un programa que tiene mas que suficiente trabajo de rehabilitación, que encima haga otros trabajos que le rindan los fondos necesarios para volverse autosuficiente. (Sin embargo, ciertas ‘actividades’ que rinden ganancias pueden ayudar a cubrir algunos gastos y, a la vez, preparar a las personas con discapacidad a trabajar y ganar dinero por su cuenta. Hablamos más sobre esto abajo.)

Quizás la verdadera autosuficiencia de un programa de servicios comunitarios sólo se pueda lograr a través de un proceso de cambio social y de una distribución más justa de derechos y bienes, a todos niveles en la sociedad. Cuando haya suficientes empleos y casi todas las familias ganen lo necesario para poder satisfacer por si mismas sus necesidades básicas, entonces podremos pensar en hacer un programa de veras autosuficiente. Mientras tanto, los programas probablemente tendrán que recibir fondos de fuera, ya sean del gobierno o de alguna institución privada.

Fondos—¿del gobierno o privados?

Lo ideal sería que los gobiernos ayudarán a cubrir los gastos de los programas de servicios comunitarios organizados y dirigidos por el pueblo. Por desgracia, los fondos gubernamentales muchas veces vienen con una serie de controles externos que a menudo imponen limitaciones a la planificación local y a lo que se les puede enseñar o dejar hacer a los trabajadores de la comunidad. Así, las personas con discapacidad y sus familias se convierten en ‘objetos’ del trabajo, en vez de volverse líderes en su propia lucha por la dignidad y la independencia.

Además, generalmente es difícil para un grupo comunitario, en una aldea pequeña, pedir y conseguir fondos del gobierno. La cantidad de trámites, restricciones y demoras no tiene fin. A menudo, el gobierno promete mucho y cumple poco. Por lo tanto, quizás no tenga mucho sentido hablar de un programa comunitario, financiado por el gobierno.

FONDOS PRIVADOS

Hay diferentes fuentes de fondos privados, incluyendo las agendas voluntarias, las organizaciones de beneficencia y los grupos religiosos. Para tener más independencia, conviene recibir fondos de diversas fuentes. (Tal vez se pueda aceptar algo de ayuda del gobierno, si no es mucha, sin perder el control local del programa.)

En Paquistán, una ley religiosa (islámica) exige que se retire cada año el 2.5 por ciento del dinero de los bancos, para entregárselo a los comités locales que benefician a viudas, huérfanos y personas con discapacidades. Desde que se aprobó esta ley en 1981, los centros de rehabilitación comunitaria han contado con mucho más apoyo.

FONDOS LOCALES

También conviene que la comunidad cubra, si es posible, por lo menos la mitad de los costos del programa. Algunas de las fuentes locales de fondos son:

un hombre metiendo dinero a una caja de donaciones
Nadie sabe cuánto da cada familia.
gente tejiendo cintas de plástico
Con la fabricación y venta de sillas de metal con tejido de plástico se ganan dinero y destrezas. (PROJIMO)
hombre haciendo una sandalia
La producción de sandalias rinde ganancias y capacita a la persona para abrir su propio taller algún día.(PROJIMO)
  • Las cuotas o contribuciones de las familias que han recibido servicios. Algunas familias podrán pagar más que otras y, por lo tanto, la contribución dependerá de sus posibilidades. Si las familias son de fuera, será difícil juzgar cuánto pueden pagar. El proyecto PROJIMO ha establecido un ‘sistema de honor’ para el pago de servicios: le piden a cada familia que dé lo que pueda. Para que la familia que sólo puede pagar poco no se sienta mal, y para que los que pueden dar mas no presuman de ello, hay una caja cerrada en una esquina para que cada quien deposite allí lo que pueda. Sólo la familia sabe lo que dió.
  • Intercambio de servicios o aportación de trabajo. La contribución de la comunidad no tiene que ser en dinero. La gente puede donar materiales (arena y piedra para construcciones), hacer trabajo voluntario u hospedar a las familias de fuera. Todo esto reduce los costos del programa.
  • Actividades para producir fondos. Para ayudar a cubrir los gastos del programa, también se pueden producir artículos para la venta. Esto sirve para capacitar a los niños mayores y a los trabajadores que sólo están en el programa temporalmente.

Aunque la venta de artículos no le deje mucho dinero al programa, con lo que se gane se puede emplear a más personas con discapacidad. Estas personas pueden aprender al mismo tiempo destrezas de rehabilitación y de producción de artículos, para ganarse la vida cuando regresen a sus comunidades.

Algunos programas organizados para y por las personas con discapacidad han logrado cubrir la mayor parte de sus gastos mediante la producción y venta de artículos. Por ejemplo, el Centro para la Rehabilitación del Paralizado en Bangladesh, fabrica una gran variedad de equipo ortopédico y de hospital, mucho del cual vende a los hospitales ortopédicos. También la Organización de Revolucionarios Deshabilitados de Nicaragua ha logrado establecer una industria casi autosuficiente haciendo sillas de ruedas baratas para terreno disparejo. En Paraguay, un grupo de personas con discapacidad también ha conseguido montar un negocio pequeño pero lucrativo, fabricando sillas de ruedas.

un hombre discapacitado arreglando una bicicleta
Un joven que se dedica a hacer sillas de ruedas en PROJIMO suelda el armazón roto de la bicicleta de un niño.
  • Servicios de reparación. Además de producir artículos para vender, un grupo de trabajadores con discapacidad puede ofrecer una gran variedad de servicios de reparación en el pueblo. El grupo de PROJIMO repara arados; suelda maquinaria, herramientas rotas, los agujeros de las mazas (cubos) y los radiadores de automóviles; arregla bicicletas; repara calzado y afila machetes. (¡Hasta ha reparado los santos de yeso de las iglesias!) Ellos dan estos servicios usando las mismas destrezas y herramientas con las que hacen sillas de ruedas y aparatos ortopédicos. No hay nadie más en el pueblo que ofrezca estos servicios. Por eso, las personas con discapacidad se han ganado el respeto y aprecio de todo el pueblo.
  • Un ‘fondo auxiliar’ que ayuda a las familias pobres a pagar el equipo y los servicios que reciben. Como ya hemos dicho, muchas familias no pueden pagar los servicios ni los aparatos que sus hijos necesitan, aunque no cuesten mucho. Si queremos ayudar a esos niños con discapacidad, tendremos que facilitarles algún tipo de asistencia económica.

    Para proporcionar esta asistencia, PROJIMO ha establecido un ‘fondo auxiliar’, mantenido por donativos de fuera. Este fondo, que se mantiene en una cuenta bancaria separada, le reembolsa a PROJIMO la diferencia entre lo que la familia pobre paga y el costo total del equipo o los servicios que recibió. De esta manera, los trabajadores reciben el pago completo por lo que proveen. El fondo ayuda a las familias pobres y no directamente al programa, lo cual le permite al equipo medir mejor sus logros. Si el grupo trabaja con empeño y aprende a administrar bien el programa, con el tiempo probablemente no necesitará recibir más dinero de fuera. Los pagos del fondo auxiliar, junto con lo que las familias puedan pagar, deberán poder cubrir los gastos de los sueldos, materiales y mantenimiento. Hasta cierto punto, el programa se habrá vuelto autosuficiente—aunque las familias pobres todavía necesiten ayuda económica. El proyecto PROJIMO comenzó a acercarse a esta etapa de autosuficiencia en su tercer año.

Quizás lo ideal sería que el gobierno financiara el ‘fondo auxiliar’ de un programa. (De hecho, esto se está llevando a cabo en Nicaragua.) Un oficial local (si es honrado) o cualquier otra persona fuera del programa de rehabilitación, podría administrar el fondo. Al final de cada mes, el grupo comunitario le entregaría al administrador las cuentas de los servicios y del equipo que se repartió, indicando su valor aproximado y la parte que fue pagada por las familias (con los recibos correspondientes}. El administrador, por su parte, le reembolsaría al programa la diferencia, como si tuvieran un contrato.

A continuación está un ejemplo de un formulario que sirve para llevar el control de las solicitudes de pago del fondo auxiliar (adaptado del Proyecto PROJIMO).


un formulario de registro


Esta página se actualizó el 01 feb 2021